Vinete de Cucharete en Aranda de Duero
·Vino y cochinillo de lujo gracias a Cucharete y Mundo Gay
Este sábado estuvimos de excursión en Aranda de Duero, gracias al mejor blog de Restaurantes en Madrid, ya que junto a los responsables de Mundo Gay, nos ofrecieron un día repleto de buen rollo y mejor vino.
Salimos prontito de Plaza de Castilla, y en el camino estuvimos hablando con César y David –los responsables de Ahora en Serio–, de cine y series de televisión. Comentamos lo regulera que había sido la última de “Indiana Jones”, el final de la cuarta temporada de “Lost”, e intentamos sacar entre todos las mejores películas de los últimos años.
En un par de horas llegamos a Aranda, y nos recibieron Fernando y Óscar, que nos invitaron a dar un interesante y cultural paseo a lo largo de esta bella ciudad Burgalesa.
Después de admirar la Iglesia de Santa María y la Iglesia de San Juan, de dar un paseo por la ribera del Duero, de ver un “almacén de drogas”, y de atravesar el mercadillo –cerca del cual muchos aprovecharon para comprar morcillas de Burgos–, bajamos a la bodega particular de uno de los dueños. Se llamaba “Arconadas de Castilla”, y forma parte de la red de bodegas subterráneas –de unos 7 kilómetros de longitud– que se encuentra debajo de toda la ciudad. Como es privada, se encuentra en un estado realmente envidiable:
Aquí disfrutamos nuevamente del afrutado sabor del vino Mundo Gay, que estaba acompañado de embutido, pan de hogaza, aceitunas, patatas fritas, y de una tortillita hecha especialmente por la madre de Fernando. ¡Menuda vianda! Aunque lo mejor fue la compañía, que se fue animando a medida que las botellas iban desfilando por la mesa 😉
Con el estómago lleno, nos dirigimos hasta “El Fogón de San Gregorio”, un mesón donde pudimos reventar del todo. Morcillita y choricito, revuelto con setas y champiñones, cordero lechal y un suculento postre cumplieron con nota, todo esto regado con muchas más botellas de vino Mundo Gay.
Luis, el fotógrafo que “la tiene más grande”, resumió la calidad de la comida en dos palabras 😉
Después de charlar, reír y hacer un poco el ganso, dejamos el restaurante, y dimos otra pequeña vuelta hasta el autocar. Sin embargo, las sorpresas no habían acabado, porque nos regalaron una botellita de vino a cada uno, y un cuadro para que no se nos olvidara el día. Como muestra, aquí tenéis a los organizadores:
Aunque no habíamos hecho un gran esfuerzo, la comilona y el alcohol fueron suficientes para que el sueñecito nos invadiera, a pesar de que hubo un intento de hacer un karaoke aprovechando los medios del autocar 😄
Sin duda, un día para el recuerdo, tanto por lo que vimos, como por lo que saboreamos, pero sobre todo por la gente que conocimos allí. Los chicos de cucharete ya nos adelantaron que no sería el útimo evento… ¿cuándo repetimos?