Las restricciones y la creatividad en los videojuegos
·¿La falta de medios potencia el ingenio de los desarrolladores?
Mucho se ha discutido acerca de la falta de originalidad en los videojuegos -e incluso en el cine- que sufrimos hoy en día, pero lejos de culpar a los implicados en el diseño y creación de los mismos, creo que el mayor enemigo de la creatividad es la abundancia de medios. Aunque parezca paradójico, si te paras a pensar sobre el asunto, tiene bastante sentido. En el pasado, la tecnología era más asequible, y un equipo muy pequeño -incluso una sola persona- podía coordinarse más fácilmente para centrarse en el diseño del producto final. Las limitaciones de las máquinas hacían que los creativos tuviesen que devanarse los sesos para ofrecer mecánicas de juego interesantes, y veían el reto de hacer un juego con una perspectiva diferente, en vez de centrarse en ofrecer un apartado técnico apabullante.
Actualmente, los equipos de diseño y desarrollo son enormes, ya que las tareas se multiplican: diseño de personajes y escenarios, creación de motores gráficos y de físicas, concepción de una inteligencia artificial apropiada, composición de una banda sonora digna, y así hasta un largo etcétera. Aunque haya uno o varios directores, es realmente complicado conseguir una cohesión adecuada en todos los aspectos del producto, y muchas veces prima más el hecho de “sacar lo que sea”, que tratar con mimo toda la producción, sobre todo cuando algunas partes las han creado estudios ajenos (cinemáticas, captura de movimientos,…).
No voy a negar que las posibilidades que tenemos con las consolas y ordenadores actuales hacen factibles juegos que hace un tiempo eran inimaginables, pero creo que la tecnología está madurando demasiado rápido, y muchos estudios de desarrollo se han visto abrumados ante tanto avance. Por eso, no es de extrañar que muchos rebeldes hayan decidido poner freno a tanto polígono y a tanta complejidad, y gracias a ellos tenemos producciones indie que demuestran que el intentar abarcar mucho no siempre es sinónimo de calidad. Creo que merece la pena ponerse unos límites, y tratar de dar lo mejor de uno mismo sin necesidad de ofrecer un espectáculo audiovisual apoteósico… pero por desgracia, eso no suele ser lo que vende.